
Hace un par de
años, cuando entrevisté a Annie Lennox, estaba enormemente embarazada, con
nueve meses; algunas partes de mi cuerpo estaban hinchadas hasta ser
irreconocibles, y otras se dirigían hacia direcciones a las que no se supone
que deberían de dirigirse.
Mis senos se
desplomaban hacia los lados, mi cara estaba toda hinchada; contaba una, dos...
no, ¡tres! pliegues debajo de mis ojos. Y luego estaba mi 'pancita', una cúpula
inmensa que hacía que Lennox, a mi lado, pareciera una espiga.
¿Jessica Simpson en
la portada de Elle? No, nada parecido. Yo no era sexy.
Pero algo raro
ocurrió horas después de ese encuentro con Lennox, mientras buscaba aguacates
en una tienda. Un hombre, se acercó. Tenía 40 y tantos años, estaba bien
afeitado, y vestía un traje gris impecable.
“¡Felicidades!”,
dijo, radiante. “¿Cuántos meses tienes?”.
“Oh, mi parto es en
tres semanas”, contesté.
“Debes estar
emocionada”, dijo. No le dije que realmente no es emocionante necesitar una
carretilla y tres fisicoculturistas para poder levantarte de la cama en la
mañana.
“¿Es el primero?”.
"M hu".
Normalmente esa
conversación terminaría en ese punto. Pero mi nuevo amigo, curioso, se negó a
ceder. Tenía más preguntas. ¿Es niño o niña? ¿Te sientes bien?
Mi instinto me
decía que había algo más, y cuando estás embarazada, tus instintos son muy
ruidosos. Había algo detrás de su sonrisa encantadora, su persistencia, y la
mirada de urgencia en sus ojos.
El tipo creía que
yo era sexy.
¿Pero cómo podía
pensar eso? Quiero decir, me veía como un hipopótamo. ¿Se sentía atraído por lo
obvio de mi fertilidad? ¿Sentía algo por los pantalones de maternidad? ¿Cómo es
posible que cuando estás embarazada eres capaz de atraer a chicos bien vestidos
al azar en el pasillo de las frutas y los vegetales?
“Hay algo en estar
embarazada que te da esta sensación de confianza estando cómoda en tu propia
piel”, dice la educadora sexual Logan Levkoff. “La ida de tener que ejercitarse
hasta que te pongas azul y estar delgada para caber en ropa pequeña, te hace
pensar ‘este no es el momento’. Y existe algo sobre adueñarte de eso y de tu
propio cuerpo… y la gente lo reconoce”.
Levkoff, quien
escribió el libro How To Get Your Wife To Have Sex With You (Cómo hacer que tu
esposa tenga sexo contigo), también señala que un apetito voraz por la comida,
cuando estás comiendo por dos también se traduce a un apetito por otras cosas;
la vida, en general, y por supuesto, el sexo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario